Caridad

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“POR LA CARIDAD ENTRA LA PESTE”...Pues si, pero ¿Y QUÉ?

 Al margen de lo afortunado o no, que sea este dicho popular, lo cierto es que expresa una verdad aceptada y que todos conocemos. Cuando nos acercamos a alguien “apestado”, por cualquiera de las lacras que hoy padecemos es muy posible que su enfermedad y problemas nos salpiquen involucrándonos en situaciones que padecen y que aunque nuestro propósito es de ayudar al acercarnos a ellos, de ninguna manera queremos que estos problemas lleguen a causarnos dificultades a nosotros mismos.

 

Pero ¿es que sólo vamos a amar a los perfectos, sin tachas ni lacras?. Si sabemos que el Evangelio dice que también , pero que los predilectos son precisamente los pobres y marginados. Pues habrá que socorrer aún a costa de arriesgar y perder algo o mucho en el empeño.

 

Podremos decir que la ayuda debe de ser comedida y tener la debida prudencia, que es una gran virtud y que ya Aristóteles aseveraba en este sentido, que la virtud esta en el justo medio.

 

Pero siendo la Prudencia una virtud cardinal, exigible y digna de toda práctica, hay innumerables casos de santos ( S. Francisco, P. Damián...)que han pasado totalmente de ella cuando de dar amor a los demás (caridad) se ha tratado. Ellos son los que han demostrado la verdad del dicho popular que encabeza este artículo. Dieron tanto amor a los demás, que dieron su vida por ellos, asistiendo a enfermos, apoyando a perseguidos, enseñando la Verdad...en definitiva cumpliendo sin excusa el mandato de Jesús y “apestandose” con los abandonados.

 Hoy en día tenemos a nuestro alrededor, personas atrapadas por la droga, en estado de necesidad por este motivo o por falta de trabajo o vivienda que les ha llevado a delinquir o tener comportamientos antisociales y claro les queremos ayudar pero sin que sus problemas nos salpiquen o sus conductas en algún momento se puedan volver, aunque injustamente, contra nosotros. Pero precisamente estas personas son las que necesitan ayuda y no los que tienen comportamientos excelentes y vidas bien encauzadas. Estas últimas seguramente no necesitan nuestra ayuda, ni nuestra comprensión.

Bien es verdad que hay personas que se autoexcluyen de toda ayuda, pues no la aceptan, ni aceptan comportamientos "normales", pensando sólo en su real volundad, a costa de quien sea. Pero si pensamos que debemos ser reservones a la hora de brindar ayuda, no podemos estar mas equivocados, desde cualquier punto de vista. Sólo se puede apelar, y nada más que, a una mínima prudencia para evitar engaños y abusos a nuestra buena fe, pero si queremos ayudar nos tenemos que poner en el lugar del otro y sentir como el otro y si esto implica ser engañados, o tener que soportar situaciones ajenas, que se encarnan en nosotros pues lo tendremos que aceptar mas allá de la mínima prudencia y para ello tenemos el ejemplo de Jesús y de tantos santos. Como dice S. Pablo(C.13, 7) “El amor...todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera”.

 

Badajoz, 18 de Febrero de 2013.

 

Ramón Tejada

 

Hermandades del Trabajo de Badajoz

 

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